
La base española se encuentra pegada al destacamento de los robustos americanos, que como ya se preveía, no iban a quedarse sólo un par de semanas. Diario es el trasiego de sus aviones "Galaxi" descargando material y tropa. Mañana y noche oímos el ruido de sus helicópteros "Bell" y "Black Hawk" despegando a escasos
Nuestra llegada, una semana después del terremoto, aun nos hizo ver parte del desastre. El "paseo" diario hasta el hospital recorre calles donde las casas han quedado desmontadas como tablero de ajedrez. Mil veces peor describen el centro de la ciudad los que lo han visto.
Imagino que el primer grupo sufriría en mayor medida la desolación. Ellos, junto a los sanitarios voluntarios cubanos, chilenos y colombianos volvieron a poner en marcha el Hospital Universitario
Casi a diario hay réplicas de madrugada, pero aquí en el campamento apenas las distinguimos. Nos dijeron que si trabajando las sentíamos y éstas duraban más de cinco segundos, sin pensarlo había que salir a los patios interiores y rezar. Más rezamos para que no sea necesario. Curioso resulta también otro de los procedimientos de evacuación: A los más altos nos encargaron de la bandera. Si fuera preciso abandonar con precipitación este lugar debíamos llevarla con nosotros hasta la base de helicópteros, pues ella sería la señal para la evacuación. Bandera para la salvación…como cuando en la canción, creía que "no había para mí, más bandera que las sábanas que cubrían el cuerpo de mi mujer".
En el hospital los primeros días fueron realmente impactantes. Todos sentíamos por momentos ese shock que nos dejaba inmovilizados y sin capacidad de reacción, moviéndonos de un lado a otro sin saber realmente lo que debíamos hacer. Los gritos, los llantos, el miedo. Desbordados ante el tumulto de gente a atender y más sabiendo aun que alguno no llegaría a la siguiente noche. Tumbados en el suelo, muchos apenas podían caminar. Los huesos de sus piernas y brazos habían crujido sin distinción de sexo o edad. Las amputaciones eran muchas veces irremediables. Lo peor los niños, con su llanto chiquito, sucio de barro, huérfanos de padres y de consuelo,.... llanto contenido durante el día que por las noches se convertía en lágrimas.
Pero día a día nos íbamos adaptando a la desesperación. Compartiendo sudores. Alguno buscábamos el consuelo en los gritos del paritorio. Cada día seis u ocho niños reemplazaban con su llanto la congoja del lugar. Aunque nacieran más que para vivir para acostumbrarse a sobrevivir.
Hoy últimas atenciones. Reparto de material en orfanatos y residencias y despedida en el hospital. Los médicos haitianos recuperarán su puesto en las salas y quirófanos. Para otros quedará el trabajo de reconstrucción. Aquí quedará un pedazo de nosotros. Y también vuestro, pues hasta aquí llegaron vuestros mensajes de ánimo y apoyo. Concha, Agus, Javichu, Bernardos, Marchante, David, Jorge, Richi y yo volveremos a nuestras pequeñas cosas, importantes o no, pero relativas…relativas.
Luispa, Puerto Príncipe 28 de enero de 2010.